Pórtico del Paraíso

Interiores de la Catedral. Acceso por el Patín norte, rúa Juan de Austria,

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Una emocionante sinfonía de color construida en piedra en cuyas arcadas encontraremos a los apóstoles, los profetas y los ancianos del Apocalipsis tañendo sus intrumentos.

Siguiendo la pauta de Santiago y las iglesias de peregrinación, el Pórtico del Paraíso ocupa los pies del templo ouresanos, en su fachada oeste.  Este conjunto escultórico es una de las graneds joyas de la Catedral de Ourense. Deslumbra por su sugerente, casi hipnótica, policromía, que recientemente ha recuperado gran parte de su esplendor gracias a las labores de restauración.

La influencia de Santiago (Pórtico de la Gloria) y los modelos del Maestro Mateo se hace patentes en el conjunto, aunque la pieza ourensana es posterior, del siglo XIII. Fue reformado en el siglo XVI, colocándose la bóveda estrellada y la imagen de San Martín.

Las estatuas a modo de columnas reproducen a los profetas, que portan cartelas con su nombre y entre los que encontramos la sonrisa amable de Daniel. También a los apóstoles, estos con sus libros. El arco central conserva a los 24 ancianos del Apocalipsis, músicos portando instrumentos de la época que parecen interactuar entre sí, en animada conversación.

El pórtico ourensano gana en realismo y emoción. La transmiten, por ejemplo, los ancianos del tímpano, un grupo de músicos en animada conversación.

Apoyado en el parteluz, centra el pórtico una figura de Santiago Apóstol con una iconografía poco habitual que recuerda a los peregrinos que pasaban por Ourense. Sobre él, en una hornacina, encontramos a un personaje montado a caballo espada en mano. Es San Martín, patrón de Ourense, quien según la tradición un día de invierno cortó con su acero su capa por la mitad, ofreciéndosela a un pobre para que se cubriera.

En los laterales encontramos también dos altares barrocos: el de la derecha dedicado a la Virgen de Belén, y el de la izquierda al mártir ourensano San Francisco Branco, muerto en Japón en 1597. En las paredes, dos pinturas anónimas del siglo XVIII presentan a San Cristóbal y San Ildefonso.