Aguas termales: ciencia y leyenda
La presencia de fuentes termales ha fascinado siempre al ser humano, que durante siglos ha inventado leyendas y mitos que explicasen este fenómeno.
La abundante presencia de aguas termales en Ourense es un hecho que siempre ha influido en la vida y configuración de la ciudad, siendo durante siglos origen de leyendas y mitos con los que nuestros antepasados intentaron explicar que brotase agua caliente de las entrañas de la tierra.
En la actualidad los estudios geológicos estiman más de 70 surgencias termales en Ourense, con un caudal superior a los tres millones de litros diarios, una cantidad que en Europa solo supera Budapest. El fenómeno se debe a la composición granítica del suelo, lleno de fracturas por donde se filtra el agua de la lluvia hasta varios kilómetros de profundidad. Es allí abajo donde se calienta el agua que luego, al manar a la superficie por juegos de presiones, va adquiriendo las propiedades minerales de estas rocas.
Sea como fuere, hicieron falta siglos de ciencia para llegar a esta conclusión, y la tradición ha sido pródiga en originales explicaciones, especialmente sobre los manantiales de As Burgas, conocidos y explotados desde tiempos remotos. Se hablaba de un volcán bajo la cercana montaña de Montealegre, que algún día habría de explotar por obra del diablo, llevándose consigo a la ciudad; o que provenían de los pies del Santo Cristo, en la Catedral, hecho que «explicaría» sus bondades terapéuticas.
De hecho, el carácter sagrado de las aguas de As Burgas ha sido una constante en la historia, y se mantiene en cierta forma, como recuerda la hornacina con la Virgen del Posío que hoy se encuentra en sus jardines. La primera ara romana encontrada en la zona en el siglo XIX confirmó el culto a las ninfas de los manantiales. Las excavaciones siguientes, ya en el siglo XX, ampliarían el espectro al presentar el nombre de Revve Anabaraego, una deidad prerromana a la que, antes de las ninfas, también se le dedicaron numerosas aras. Hoy se pueden visitar en la zona los restos de la piscina-santuario levantada en su honor en el siglo I d.C, testimonio de que en tiempos de la ocupación romana este era un espacio central de culto cuya fama traspasaba los límites del asentamiento.
Es probable que los manantiales que afloran en las orillas del Miño hayan sido también objeto de cuentos y leyendas, aunque apenas queda constancia de ellas. No obstante, ha quedado en el recuerdo el nombre de Ana Manana, un ser fantástico con apariencia de mujer de gran hermosura que habitaba en las fuentes del pozo Maimón, enfrente de la zona termal de Outariz.